El mundo despide con profunda tristeza al papa Francisco, quien falleció en Roma a los 88 años, menos de 24 horas después de su última aparición pública en la misa del Domingo de Resurrección. Fue el primer papa latinoamericano, jesuita y no europeo desde hace más de un milenio.
Durante más de una década de pontificado, Francisco se destacó por su lucha por una Iglesia más inclusiva, humilde y cercana a los marginados. Su mensaje final, leído por un clérigo ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, llamó a la esperanza, al respeto mutuo y a la paz global.
El papa argentino pidió a los líderes políticos combatir el hambre, ayudar a los necesitados y resistirse a la lógica del miedo y el aislamiento. Su último gesto de cercanía fue recorrer la plaza saludando a los fieles, bendiciendo a los niños y compartiendo sus últimas palabras: “Queridos hermanos y hermanas, ¡Felices Pascuas!”.
El funeral se llevará a cabo en tres días, con un diseño sencillo aprobado por él mismo. Será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, fuera del Vaticano, en un ataúd de madera revestido de zinc, sin catafalco.
La noticia de su muerte ha generado reacciones alrededor del mundo. Desde líderes políticos hasta ciudadanos comunes, todos recuerdan su sonrisa, su humildad y su incansable esfuerzo por transformar la Iglesia católica.
Francisco deja un legado de fe, compasión y diálogo en tiempos de incertidumbre. Un hombre que practicó lo que predicó hasta el último aliento.